ENTREVISTA A SENSEI SHOEI MIYAZATO

S.M = SENSEI MIYAZATO
Y.K = Revista YUDO KARATE

S.M: En aquel tiempo Nishihara no era todavía una ciudad, como ahora. Habría sólo unas 8 mil personas, dedi¬cadas en su mayoría a los cultivos, co¬mo la caña de azúcar por ejemplo. Yo trabajaba en la contaduría de la muni¬cipalidad. Después fui a Naha, donde trabajó en una fábrica de embarcacio¬nes. Nishihara ahora tiene unos 35 mil habitantes, y su propia universidad.

Y.K.: ¿Al mismo tiempo practicaba con Sensei Miyahira?

S.M: Sí, lunes, miércoles y viernes en el dojo, y los demás días en la casa. En ese tiempo ha había kyu, o dan, ni graduaciones. Lo mismo en todas las artes marciales verdaderas; había sólo alumno y profesor. Alumnos, todos blancos, y el profesor, el único cinturón negro. Varios artos más tarde, el Nihon Butokukai ideó las categorías, y Sensei Kinjo (el maestro de Sensei Tsuchiya) vino a ver a Sensei Chibaría en Okina-wa, para que en Okinawa también se emplearan las graduaciones. En prin¬cipio, Sensei Chibaría no aceptó; Sensei Kinjo habló entonces con mi maestro, Miyahira, y le explicó que el karata de Okinawa...

necesitaba difusión, para lo cual las categorías eran da utilidad. Finalmente, Sensei Miyahira logró con¬vencer a Sensei Chibaría. Entonces se decidió que los que estaban más capacitados fueran los primeros cinturones negros, pero nos daba vergüenza usarlo!

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Y.K.: Cuando Ud. vino a la Argen¬tina no pensaba enseñar karate...

S.M: No! El karate era como un hobby para mí, me gustaba practicarlo. Cuando empecé a enseñar era como una ayuda a la Asociación Japonesa de Córdoba, daba clases los sábados por la noche y los domingos a la tarde, gratis. Después de unos dos años, tos alumnos me decían que no, que había que cobrar, así que pusimos el valor como de una salida al cine, o un sand¬wich, algo que pudieran pagar los jóve¬nes, que eran todos estudiantes.

Y.K.: Y añora, que ya pasaron ca¬si treinta años, ¿cuántos alumnos ha formado Ud.?

S.M: Cuando se cumplieron 25 años de nuestra escuela, ya habían pasado unos 24.000 alumnos, y había unos 7.000 alumnos fijos en la misma; aho¬ra tenemos (en todo el país) algo más de 140 instructores, muchos de los cuales tienen además sus cinturones negros. Yo siento mucho orgullo por los alumnos y por muchos alumnos an¬tiguos que aún están con nosotros. En Okinawa, por ejemplo, no hablo mucho de esto, porque allí no pueden creerlo... no lo entienden. Cuando volví por primera vez, en 1971, estuve en un examen para quinto dan; después del examen, mientras estábamos toman¬do un café, me preguntaron cuántos alumnos tenía, y yo respondí que ha¬bría unos 300. Ellos no podían creer que eso fuera sólo en mi dojo. Allí una escuela grande tiene esa cantidad de alumnos en total. Han venido también algunos periodistas japoneses, que de paso visitaron mi academia, y se asom¬braron, incluso han sacado alguna no¬ta en periódicos de Japón!... Cuando en el 85 estuve nuevamente tres me¬ses en Okinawa, me invitaron tres días a la televisión, junto con Sensei Miyahi¬ra, para hacer un programa de mi his¬toria en la Argentina...

Y.K: Sensei, Ud. es marcadamen¬te un tradicionalista, pero vemos que ahora sin embargo, su escuela está Incursionando de a poco en la competencia...

S.M: Sí. Es que los cinturones ne¬gros lo piden; primero, algunos quisie¬ron probar confull-contact, ¿para que? "hay que probar, Sensei dicen. Bueno, vaya... Igual con los torneos: "Sensei, hay que mostrar el objetivo nuestro"... Pero hay que mostrar bien, no sólo pensar en el puntaje, hay que mostrar la potencia del arte.

Y.K: ¿Ud. vio a gente de su escuela en alguna competencia da karata con otros estilos?
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S.M: Si, y andan bien, por eso algu¬nos están muy contentos. Ahora, por ejemplo, en Nueva York, un grupo de la Federación Mundial de Box organizó un torneo de karate muy importante, y un alumno mío salio quinto también. Pero pasa que hasta que no compite, un alumno no aprecia el valor del arte. Nosotros enseñamos el arte marcial, no el deporte, pero si uno quiere pro¬bar, bueno, acepte. Incluso ahora en noviembre nuestra escuela realizó un torneo interno piloto, con reglamento propio. Yo no estuve pensando, el ob¬jetivo no es ganar. Lo importante está acá (Sensei Miyazato señala el cora¬zón), y hay que mostrar una técnica buena. Algunos para ganar un torneo hacen mucha trampa, pelean muy su¬cio: esto no es sano. Entonces yo pu¬se una condición: como mínimo, tener tres años de práctica, después, hacer la competencia de makiwara. Esto es interesante, porque para qué raquear a otra persona... Nosotros hemos man¬dado hacer una makiwara con un me¬didor de potencia, que se regula de acuerdo al peso de quien golpea, y que marca un punto al que hay que hacer llegar una aguja medidora. Si uno pe¬ga fuerte, con toda la masa, pero sin justeza, la aguja no se mueve. Sólo funciona al pegar bien: con distancia, kimé, etc. Entonces, si uno pasa este examen, ya se sabe que puede gol¬pear con potencia, aunque no haya contacto a fondo, en profundidad

Y.K: ¿Cuánto se daba hacer da makiwara?

S.M: En la clase no se hace, porque molesta a otros que están practicando, pero antes o después, queda libre a lo que cada persona elija. Volviendo al torneo que realizamos, yo trato de que en la competencia se pierda la menor técnica posible. Siempre se pierde téc¬nica, pero que se mantenga lo más que se pueda. Entonces, por ejemplo, la competencia fue como un duelo: yo ataco, por ejemplo, y entro o no entro, y Ud. marca o no un contraataque; en¬tonces se dan los puntos por el objeti¬vo logrado. Lo mismo con combinacio¬nes de técnicas, con un máximo de tres, no cinco o seis mal hechas, sólo tres. Las artes marciales de verdad son así, el kendo es asi, por ejemplo... Por eso es importante la prueba de la ma¬kiwara: cuando hay potencia de ver¬dad, aunque usemos protectores, los protectores no protegen realmente. En¬tonces, si uno toca al otro sin tener po¬tencia, no es punto, no sirve. En cam¬bio, si en la makiwara mostró potencia aunque sólo toque el protector, se da punto. La competencia es así: se ubi¬can los rivales a un metro de distancia, uno comienza y sólo entonces el otro puede replicar; luego se invierte el or¬den de comienzo.


Y.K: Sen se I, ¿qué le dice a al¬guien que va a practicar karata por primera vez?

S.M: Primero, que debe tener obe¬diencia después, quitarse de encima el egoísmo, sino no puede hacer kara te. También en los exámenes es así algunos chicos andan bien técnica¬mente, pero guardan demasiado orgu¬llo, y entonces no sirve. Tercero, humil¬dad dentro del grupo. Estas tres cosas. Y después, saber que en el entrena¬miento se hacen movimientos que son para defender la vida, por eso hay que poner espíritu en cada uno de ellos. Y no hay que olvidar que esto, por otra parte, no es sólo para defenderse, es una forma de vida. Yo cuando visito los cojos de algunos instructores, trato de ver como han enseñado no sólo técni¬camente, trato de ver cómo va la fami¬lia cómo mejoran o no mejoran las per¬sonas. Para defenderse exclusivamen¬te es mejor comprarse un revólver, es más barato. Cuando uno llega a tos 50 ó 60 años ya no tiene la fuerza de los 30, entonces si no quedó otra ense¬ñanza, no quedó nada. Por eso en Ja¬pón se insiste y se apoya en este as¬pecto moral del arte. Esto se necesita en Argentina también, que se remar¬que en este aspecto. Japón ahora ocu¬pa un lugar importare en muchas áre¬as, y esto no lo ha hecho gente con fuerza física, sino con valor en el cora¬zón, en el espíritu..

¿Por qué Japón ocupa esa posi¬ción? Porque hay un apoyo y una vo¬luntad oficial de mejora. Cuando a un chico se lo encamina bien desde los 7 u 8 anos, después ya va a seguir bien encaminado. En cambio después de los 14 ó 15 anos ya es difícil modificar algunas cosas, o dar consejos. Yo he hablado de estas cosas con gente de la intendencia de Mar del Plata, por ejem¬plo, o con el intendente actual de Cór¬doba. Cuando cumplimos 25 anos, hi¬cimos una gran exhibición y donamos guardapolvos a la municipalidad de la ciudad de Córdoba, para colaborar en algo. Veamos las vacaciones: en India o en África, con climas tan fuertes, bue¬no, está bien que haya largas vacacio¬nes, pero aquí en Argentina el clima es bueno. ¿Porqué hay tres meses de va¬caciones? Es mucho tiempo de estu¬dio y de trabajo interrumpido. ¿Para qué tanto cuando hacen falta tantas cosas? Yo crítico mucho a la Argentina porque soy argentino, tengo la radica¬ción aquí y siento mucho amor por el país. ¿Que puedo hacer para ayudar? Sólo tengo capacidad para el karate,

entonces, hacer algo con el karate pa¬ra ayudar, con la disciplina, con la en¬señanza, a mejorar el país. Otra cosa no sé hacer... He perdido mucho con el karate. Incluso una hija. Pero esto no es el país, ni el karate, esto fue un ac¬cidente de los hombres. El espíritu del karate es sano, y en mi caso, cualquie¬ra puede saber quién soy o cómo enseño; esto me da orgullo. Puedo morirme mañana, pero algo de lo que hice va a quedar, seguro, en la conciencia de mis alumnos, algo va a seguir. Por eso estoy contento.